jueves, 4 de noviembre de 2010

Tú, Señor, reparas mi alma


Padre mío. Aquí me encuentro, asumiendo sobre mis carnes la apatía de un largo día.

http://www.youtube.com/watch?v=A9OaItpaMEI&feature=related

Aquí me encuentro, orando junto a mi amadísimo pero muchas veces olvidado Jesucristo. Me siento descorazonado por las declaraciones y actuaciones de la sociedad, de personas, grupos, entes. Nada hay que me consuele más que el rostro de tu Hijo cubierto de sangre en la Cruz.
Pero sé que no soy mejor que ellos, no soy mejor que nadie. Todos llevamos de una u otra forma Tu impronta, Tu sello, y eso nadie puede borrarlo.

Me ayudas a prepararme para el invierno en mi corazón, para que caigan esas hojas, ya inútiles, secas. Me despojaras de mi vestidura y quedará sólo el tallo por donde mana tu dulce savia, ajena al frío, a la tempestad.

De la gran cantidad de luz que de Ti recibo diariamente, proyecto siempre una sombra hacia la tierra, el reflejo de mi pecado, de mi debilidad. Porque confías en mis hojas, que se alimentan de Ti, pero cuanto más frondosa mi copa, mayor la sombra. Cuanto más confías en mí, más me doy cuenta que te traiciono, que no respondo a tu llamada.

Pero ahí sigues Tú... haciendo pasar el desértico verano y preparando mi purificación invernal. Donde no quedan hojas, ni los pájaras paran y anidan.
Es el gran árbol de la Cruz el que me muestra quién eres, y sobre todo, quién soy. Que triste destino para un joven que conocía tan bien la madera, y que puerta a la esperanza para la Humanidad, para mi humanidad.

Gracias por llenar de bosques los confines de la Tierra, por tu dulce pero firme mano de jardinero, por darme este huerto en el que echar raíces. Gracias por Tu Madre, Nuestra Madre que siempre nos acompaña y vela por nosotros. Gracias por ese árbol, mi amado, cuyas raíces son tan fuertes que sostiene todo el Universo. Acuérdate especialmente del Papa en su viaje por nuestras tierras.

Mi alma reposa en tus brazos y mi carne descansa serena




miércoles, 22 de septiembre de 2010

El hijo que vuelve a casa

http://www.youtube.com/watch?v=o0Ou_DdQ7kY

Así me siento hoy, Señor.

Hacía tiempo que no me asomaba a esta ventana para ver el mundo desde otra perspectiva. No puedo excusarme con el pretexto de las vacaciones o los exámenes. No me ha apetecido, no salía de mí, no quería escribir, incluso me ha costado un mundo orar; eso es todo.

Vengo a acercarme a ti, Jesús mío para que me lleves a la casa del Padre, porque mis fuerzas son limitadas y mis deseos confundidos. Porque sin Ti, en realidad, nada tiene valor, nada sirve para nada.

Vengo a arroparme en la abrumadora misericordia de un Padre que sale a buscar a su hijo, que por unas cosas u otras se siente al margen de su propia espiritualidad, aunque se choque con ella continuamente.

Vengo a decirte que aquí estoy, aunque lo sepas; que aunque yo sé que siempre estás ahí de vez en cuando me lo recuerdas. Porque no es fácil, no es cómodo; pero hay una fuerza más grande, es tu Espíritu, que puede con todo.

Vengo a darte gracias porque siempre hay una casa a la que volver, un punto de partida, un principio y fundamento. Porque creo que me lo sé todo y a veces sólo doy vueltas alrededor del mismo lugar.

Vengo a pedirte que no te olvides de mí, de mis hermanos, de mi prójimo. El mundo se desmorona, mi mundo se desmorona sin Ti. Nada tiene sentido y busco su sentido en lugares extraños y me hundo en el desasosiego; y vuelta a empezar. Tengo pocas fuerzas, soy muy débil y cobarde, dame tu valentía, Señor, para afrontar mi camino. Ayúdame a orar, simbra en mí ese deseo maravilloso. Cultiva en mí ese hábito. Haz de esa costumbre un canto de alabanza a tu nombre.

Vengo a quedarme contigo en este huerto rogando al Padre que se haga su Voluntad, aunque creo que no me quedaré ahí eternamente, pues Tú me acompañas a mí y no al contrario.
Guardo en un lugar muy especial nuestros encuentros en una pequeña capìlla, viendote diréctamente como el Padre quiso que te viéramos. Nunca me faltes, mi Jesús sacramentado.

Dámelo siempre, Padre, te lo ruego.

Mi alma reposa en tus brazos y mi carne descansa serena

jueves, 15 de julio de 2010

La sed del caminante

Señor, aquí tienes a tu siervo. http://www.youtube.com/watch?v=a2LFVWBmoiw

Cuando los días son largos y suceden muchos acontecimientos, demasiado desperdicio para tan pocas horas, uno se pregunta si llegará al final. No es fácil asumir tantas decepciones y tan pocas alegrías.
Y aun así, creo que es en estos días cuando Tú más me sorprendes. "Mi yugo es ligero y mi carga llevadera", leo en tus ojos justamente cuando pienso si aguantaré. Bendita casualidad. Sabes cuidar de mí, aunque no quiera verlo. Nunca mi oración queda perdida en un universo vacío, si no que te compadeces de mí, cuando bordeo el camimo.
Aún cuando se me hace tedioso pensar que mi vida ha de ser un gesto continuo de alabanza a tu nombre, en realidad, sé que es lo mejor de ella, es mi vida en sí misma. Es mi propia fe, la que me has dado, inspirada por el sabio Espíritu, la que afirma rotundamente: Santo eres Señor, Dios del Universo.

Aquí regreso, mi Dios, junto a tu Hijo, a este remanso que es tu huerto, para protestarte porque no entiendo nada, para pedirte que me perdones por no contar contigo y aún así para alabarte y darte gracias, porque a pesar de todo, me vuelves a convocar a tu mesa, me llamas por mi nombre, pues lo tienes grabado a fuego en tu palma.
Esta es mi oración, sincera, silente, con tintes agónicos, miedosa, pero ante todo una oración fiel a mi Padre que lo es Todo para mí, el centro y el contorno, el alfa y la omega. Dame fuerzas Señor para que mi mente no deje de pensar en ti, mi corazón no haga más que desearte y mi lengua no cese de proclamar tu grandeza por todos los rincones.

Y tú, mi Señor, la palabra hecha carne, la vida hecha servicio, el honor de la humildad y el adalid de la dignidad. Mi amado, mi compañero de viaje, mi confusión y mi entereza, mi defensor y mi certeza. Recogeré una a una todas las gotas de sangre de tus ojos si es necesario con tal de que tu rostro no vuelva a cubrirse de lágrimas por una herencia que te deshonra y que parece no haberse enterado de nada. Sólo puedo levantarme una vez más, humillarme y alabar tu grandeza de ser Dios y hombre por mí.
Enséñame a orar, Jesús mío. Muéstrame el camino del amor infinito del Padre que todo lo puede.

Porque sin Ti, mi Dios, yo no soy nada. No soy ni una mota de polvo que sacudes de tus sandalias, ni el perro que se alimenta de tus migajas.
Sin Ti, no soy ni el cobarde centurión que traspasó tu corazón, soy el Judas que te traiciona y no es capaz de reconocerse a sí mismo. Tú me enseñas a ser hombre, porque Tú eres verdadero hombre. Quiero que habites todas las habitaciones de mi casa, de tu templo y eches de allí a los malhechores.

Sólo Tú apagas la sed de este caminante. No la sacies nunca. Quiero que todo mi ser se rinda ante el deseo de tenerte aunque sea por un segundo, de ver culminada tu obra sobre este pobre siervo tuyo.
Acuérdate especialmente de los que nada tienen, material o espiritualmente, y dame lo justo y necesario para poder servirte plenamente. Sé que no necesito más, aunque me empeñe en lo contrario.

Tú eres mi Dios, eres mi Todo. Me quedo junto a tu Hijo, velando con Él, que es injustamente juzgado por nuestra falta de amor.

Gracias por este momento, por este oasis en medio del desierto. Mi alma reposa en tus brazos y mi carne descansa serena.

jueves, 8 de julio de 2010

Entre el cielo y el infierno

Aquí estoy, Señor. Vengo a reposar mi alma sobre tus brazos. Mi corazón es un revoltijo de sentimientos, dulces y amargos, con un poso profundo de "este país se ha vuelto loco".

(Antes de nada, voy a ponerle banda sonora de fondo a nuestro encuentro: http://www.youtube.com/watch?v=uIUhplFZYhA)

Mientras te alegras por una victoria de España, que para muchos supone, tristemente, el remedio a todos sus males, tienes que resignarte por saber que una tropelía más está teniendo lugar. Y eso, obviamente, traspasa el corazón de Cristo nuevamente, personificado en esta voz que te habla.
Vengo con mi Señor al huerto de los olivos, a llorar amargamente, por una sociedad enferma que vuelve a cometer la injusticia del calvario en cada frágil e indefenso ser humano, pero sobre todo, vengo a pedirte perdón por no responder a tu eterna llamada. Por ser cobarde, soberbio y autosuficiente, cuando en realidad sin Ti nada puedo y nada soy.
Quiero pedirte especialmente en esta semana por los más indefensos, por los olvidados de los olvidados de nuestra sociedad. Hace unos días se dió un paso adelante para que las tropelías interesadas de unos sujeto que no te han conocido, se permitan legalmente y no haya, como antes, que "saltarse las reglas", actitud, que por otra parte, no ha sido y me temo ahora menos, será sancionada.
Me refiero a los "avances" de la ley del aborto que lo transforma en un derecho y no en lo que es, un asesinato. Desde o más profundo de mi te pido: acuérdate de esos niños, juzgados injustamente, arrebatados de lo más elemental. Lo mejor que tengas que sea para ellos.
También te pido por sus madres, que sepan descubrir que ni eso puede hacerles quedar desamparadas, pues es tu misericordia quien las libera de esa carga humanamente insoportable.
Aquí estoy, Señor, velando con tu Hijo, que es juzgado injustamente, por nuestra falta de amor. Gracias por este momento, por darme vida ante tanta muerte. Mi alma reposa en tus brazos y mi carne descansa serena



martes, 6 de julio de 2010

El comienzo


Y todo porque me quedé con una frase de la homilía de este Domingo: "Dios quiere ir adonde tú vas, quiere llegar adonde tú le lleves"

Y ha tardado dos días en ponerse suficientemente pesado para no poder negarme.

¿Por qué mandar un mail diciendo esto o lo otro, que quizá quede perdido entre correos no deseados o de otro tipo?

Éste ha de ser un rincón especial. Una puerta hacia Getsemaní, allí donde nuestros miedos y deseos se ponen junto a los del Señor y caen al suelo como gotas de sangre, penetrando en lo más profundo de la tierra. Un lugar donde el viento susurra perenne un canto fiel: la Voluntad del Amor.

Cuerpo en tierra, ojos fijos en el firmamento, nuestra fidelidad en la prueba, pisando la tentación.

Este es nuestro espacio de oración, para ti, para mí, junto a Jesús de Nazaret.

Es el momento de entrar en nuestro cuarto, cerrar la puerta y sentarnos en el regazo de nuesto Padre, de gozar por un momento, del eterno descanso.

Desde aquí podrás dirigirte, si lo deseas, al Señor y recordar el sitio más recondito de la Humanidad, entre los pobres de entre los pobres y así reforzar nuestro Espíritu de comunidad orante compartiendo las súplicas más profundas o las más superficiales.

Es el Señor quien se dirige a nosotros y nos invita a orar junto a Él: "Quedaos aquí y velad conmigo"